Posficción
Vivimos en la época de la posficción, Trump es un personaje de película, las series tienen más calidad que los largos cinematográficos, hay un hombre que muerde a un perro cada día. La posverdad no es una expresión periodística ni filosófica sino de asombro que hemos traducido mal del inglés. Igual filosofía y asombro es lo mismo. Pura posficción. El cambio ficticio, la sociedad esponjosa (no líquida), el pan europan y el chocolate es peso.
La no-ficción es un cuento. Un documento no acredita la verdad. La única diferencia entre ficción y no ficción es advertirlo con antelación, aunque sea mentira. El documental no acredita nada, aunque sea verdad, solo da que pensar, como la ficción. Cualquier animal telúrico tiene una forma más sugerente e inesperada que los extraterrestres de las mejores sagas galácticas, la imaginación más brillante no alcanza la realidad.
El documental propone escenarios y situaciones, a veces con la emoción de un final de movie americana. Los espectadores lloran. La ficción es más fuerte que nuestra convicción. Sabemos que es una pamplina, urdida por un/a hábil guionista, lloras porque no puedes evitarlo.
La posficción es un estado de cosas en que no te crees nada, pero te emociona o acongoja, e incluso te hace llorar, de pena o de risa. Da lo mismo que sea ficción o documental. Es una situación mental en que no te crees nada, pero te emociona. Decía el cineasta mejicano G. Iñárritu que la memoria es una convicción emocional, ahora el presente también es una convicción emocional.
La posficción no es un estado, ni siquiera llega a la categoría de capital de provincia, es un no lugar en el que convivimos sin creérnoslo. Detrás de la posficción no hay nada. Detrás del documental siempre una ficción.
La no-ficción deriva de una corriente del periodismo norteamericano. No me meto en literaturas, llámalo como quieras, no significa nada aunque lo pretenda. Está en la tradición del documental.
El adanismo, poner sobre la mesa que eres el primero en… Es un síntoma de posficción y una manía. Reivindicar permanentemente «ser el primero en…» para alguno que yo conozco es la manera de convencer a su madre de que ha hecho bien los deberes. Patético.
Orson Welles no inventó la posficción. No hay virtud en crear, importar o utilizar, el concepto para luego reivindicar ser el primero en llamar no-ficción al documental. Un término engañoso que diez años más tarde se hace habitual, eso ha pasado toda la vida.
Hay otro pos del que es urgente hablar, la posfusión, se puede aplicar al cine o a la gastronomía. Pero vamos a dejarlo, igual podríamos hablar de identidad, nacionalismo y sancocho, estoy algo difuso, o… ¿posdifuso?.
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