Cultura audiovisual y Gran Canaria (5). La imagen interactiva
Con la perspectiva del tiempo la promesa de interactividad se ha cumplido parcialmente. La actual televisión digital aún no ha explotado en profundidad esa posibilidad, asequible tecnológicamente, porque tampoco parece que el espectador este muy interesado en ello…
Para la producción industrial el espectador ya es usuario, con posibilidades de acceso a lo global desde lo local. El usuario construye su propio consumo en un proceso de interés y selección, pero la oferta es lo que es. El debate sobre la televisión de ricos o de pobres no es nuevo.
En plena popularización del multimedia el séptimo Canariasmediafest, en 1996, giró sobre la participación del espectador y fue dirigida por Emili Prado. En esta época comenzó a coordinar la producción del festival Fany García-Campero. Se incluyeron dos nuevas categorías a concurso, la infografía y el CDRom.
Las posibilidades del cable, el lenguaje, los usos empresariales, los requerimientos del espectador y la democratización de los medios, fueron algunos de los contenidos incluidos en el seminario en el que participaron Vicente Guallart, Gemma Larregola, Josep Sanz, Maite Soto, Enrique Bustamante y el propio Emili Prado.
Se hizo una feria multimedia con los stands del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), CD Time, Dactilar Media, Grupo Planeta o Intercom, entre otros. Una participación importante fue la del Instituto Politécnico de Formación Profesional de Imagen y Sonido de Las Palmas, cuyos profesores (Vicente Brito y Jesús Rosales, entre otros) y alumnos fueron los artífices de la televisión local del Festival.
El programa se completó con las muestras An Eccentric Orbit, de videocreación australiana; una muestra de cine científico del Festival de Palaiseau que destacaba la figura de Jean Painlévé; una muestra de producciones realizadas por diversas ONG y otra de la Escuela de San Antonio de los Baños de Cuba, comisariada por su director Alberto García Ferrer. Y un magnífico ciclo de cine africano, comisariado por Simon Njami.
Vicente Guallart hacía una peculiar definición de multimedia en el catálogo de ese año: “Crear un contenido multimedia supone aplicar un conjunto de instrucciones informáticas a un contenido previamente digitalizado, controlable a través de una interface. La trilogía Contenido, Programación e Interface son la base de la programación multimedia y cada uno de ellos tiene una naturaleza propia, y una manera de generar actividad económica alrededor de ellos.”
Por esta época vuelven a revitalizarse dos corrientes de cineastas que explotan con el cine digital: de un lado un cine que, sin renunciar a la tradición narrativa, propone soluciones de bajo presupuesto, reduciendo riesgos y abriendo el acceso a la participación y la creación. Cine pobre, cine urgente, que en cierto modo enlaza con la tradición documental y la de los nuevos cines de los sesenta, y que en su versión más amateur parece inevitable comparar con el Super-8 de los años setenta y toda la ilusión y pasión productora que desató. Por otro lado, nos encontramos con una tendencia hacia el diseño, hacia la experimentación más formal y la recuperación de los géneros.
(continuará)
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