24 frames y 4.33 minutos
“Curiosidad humana y voluntad de comprender a los otros”, con estas dos virtudes define el escritor Leonardo Padura a Laurent Cantet, cineasta recientemente fallecido, autor entre otras películas de La Clase (Laurent Cantet, 2008)). Cantet llevó al cine la novela de Padura Vuelta a Ítaca, adaptada por el propio escritor. En ella un grupo de amigos cubanos recupera sus recuerdos, alejados de la memoria oficial instalada en la mentira. “La memoria no tiene verdad, sino convicción emocional”, dice el cineasta mejicano González Iñárritu. Se trata de lo que has vivido o aprendido, de lo que recuerdas o quieres recordar.
Estudié cine en los ochenta, las películas clásicas solo se podían ver en pases por televisión y filmotecas. Conocíamos el cine y su historia por las lecturas. Sabíamos, por ejemplo, que gran parte del cine de Sjostrom y Stiller, los grandes maestros suecos, había desaparecido en un incendio y no por eso dejaban de ser genios, sin ver sus films. Sabíamos que Paisá (Roberto Rossellini, 1946) era obra fundamental del neorrealismo italiano, aunque no la hubiéramos visto y pese a que Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945), se considerase la primera y probablemente mejor.
Mitificamos los nombres de los cineastas, de los escritores, de sus obras. Especialmente cuando no teníamos fotos de los autores y solo sabíamos lo que habíamos leído. Un universo cultural a ciegas, sin ver las obras y poder tener una opinión sobre ellas. Un acto de fe y confianza en nuestros/as maestros/as. El conocimiento era una revelación, un descubrimiento, algo especial que te ayudaba a interpretar no sé exactamente qué. La contingencia, algo que esperabas, que podía suceder o no.
Hay cambios decisivos en la cultura y en el confuso “desorden mundial”, cambios astronómicos que conviene conocer para entender a los demás. La presentadora del telediario de TVE, televisión pública nacional española, pregunta al sabio, en horario de prime time, sobre esos cambios. La entrevista será repetida varias veces en la cadena informativa 24 horas. El sabio resulta ser un astrólogo que responde asociando las consecuencias del COVID a la relación entre Júpiter y Plutón, un suceso extraordinario, de cambio profundo…en la cultura de la televisión pública.
La atención es nuestro mayor poder, una forma de relacionarte y aprender, llevamos batallando por su propiedad desde siempre. No se da, se presta. Nos la roban permanentemente, incluso quienes pagamos para que la cuiden, la televisión pública. Por no hablar de las triquiñuelas de la publicidad o de algunas aplicaciones, el juego y las redes según la fórmula AIDA (atención, interés, deseo, acción). El zorro en el corral de las gallinas.
La cineasta canaria María Miró, primera en hacer un largometraje en las islas en el cine moderno, nos descubrió 24 Frames, la obra póstuma del cineasta iraní Abbas Kiarostami. La obra demanda atención, nos propone que la entreguemos incondicionalmente. La imagen no llega a la experiencia, ni falta que hace, pero su evocación, su ausencia, quizá sí, porque despierta la curiosidad y la voluntad de entender.
Kiarostami y John Cage, el poder de la imagen y su carencia, el sonido y el silencio. Pájaros, nieve, ventanas, cielo, mar, árboles que mueve el viento. La fuerza sugerente del ambiente, especialmente el de la naturaleza. Una revelación, un descubrimiento de algo especial que te ayuda a interpretar no sé exactamente qué, una contingencia.
Blanca Portillo, interpreta el texto Silencio de Juan Mayorga en el Teatro Cuyás de Las Palmas de G.C. y se permite la audacia de estar callada más de cuatro minutos frente al público. Vence el riesgo, homenajea a Cage y a Kiarostami.
En la televisión la atención se fija en Sofía Loren y Frank Sinatra, son guerrilleros españoles que luchan contra Napoleón, con la ayuda fundamental de Cary Grant, que es inglés. Orgullo y pasión («El gran cañón» en España. The Pride and the Passion, 1957) producida y dirigida por Stanley Kramer (contra Kramer). Todo ello con la música de Albéniz y rodaje en tierras españolas. El technicolor gana con el tiempo porque sus absurdos personajes son estrellas que brillan en nuestra memoria, cualquier astrólogo podría entenderlo.
Coments