Sin motivo
Las emociones no son siempre fáciles de interpretar, a veces necesitamos parar y averiguar qué sentimos y porqué. Es un buen motivo para escribir. Otro tanto sucede con las ideas, que cruzan y se van casi antes de saber si en realidad tienen o no sentido. Compartir, contrastar opiniones, descubrir, sentirnos parte de la tribu, afirmar nuestra identidad y alimentar nuestro ego, cuyo perímetro es a veces mayor que el de nuestro cerebro. Son buenas razones para un blog. Guardar ideas para acordarnos de quienes somos o fuimos, cultivar nuestra vanidad pensando que quizá lo que escribimos le pueda interesar a alguien, aunque sea a la familia. La familia, capítulo aparte.
Discutir la utilidad de las cosas, coincidir en la pasión por lo inútil, que diría W. Herzog (lean su libro Conquista de lo inútil, es mejor aún que su cine).
Francisco de Quevedo escribió la mejor justificación de la escritura que he leído, la resumo a mi manera:
“Es cosa averiguada, que no se sabe nada, y que todos son ignorantes, y aun esto no se sabe de cierto, que a saberse ya se supiera algo;
(…) En el mundo hay algunos que no saben nada y estudian para saber, y estos tienen buenos deseos y vano ejercicio, porque al cabo solo les sirve el estudio de conocer cómo toda la verdad la queda ignorada.
Otros hay que no saben nada y no estudian porque piensan que lo saben todo; son de estos muchos irremediables; a estos se les ha de envidiar el ocio y la satisfacción y llorarles el seso.
Otros hay que no saben nada y dicen que no saben nada porque piensan que saben algo de verdad, pues lo es que no saben nada, y a estos se les había de castigar la hipocresía con creerles la confesión.
Otros hay, y en estos, que son los peores, entro yo, que no saben nada, ni quieren saber nada, ni creen que se sepa nada y dicen de todos que no saben nada y todos dicen de ellos lo mismo y nadie miente. Y como gente que en cosas de letras y ciencias no tiene que perder tampoco, se atreven a imprimir y sacar a luz todo cuanto sueñan. Estos dan qué hacer a las imprentas, sustentan a los libreros, gastan a los curiosos, y al cabo sirven a las especierías…”
También se puede documentar. Rescatar, catalogar. Dar sentido a la información para crear conocimiento y patrimonio. Pero tengo crisis de fe. Internet, la saturación de información, la facilidad de acceso, la batalla por la atención, te hace volver al menos es más y cuestiona cualquier aportación.
Cuando miro libros, pelis o archivos, confirmo la importancia de compartir, actualizar, dar a conocer, señalar personas y obras significativas, evitar el olvido y opinar con la ingenua idea de que pueda importar a alguien. Valorar lo efímero es entender la vida. Durante años no hice fotos y aún me cuesta.
Así que el motivo del blog puede ser que yo lo escriba o que aparezcan personas y obras que merecen ser compartidas. El volumen de información aumenta la necesidad de consejos.
¿Quién necesita consejos? Yo. Consulto el navegador cada vez que tengo dudas. Me apabulla la cantidad de información y me cuesta encontrar lo que me gusta, también me cuesta buscarlo, pido recomendaciones a gente de la que me fio o admiro. Los que leen no se aburren, los que se aburren dejan de leer, salvo los curiosos, volvemos a D. Francisco de Quevedo.
Por otro lado está la música, la melodía de las palabras, la disfruto como lector y la busco torpemente cuando escribo, lo paso bien con intentarlo. En definitiva, no hay motivo y es el mejor que se puede tener para escribir.