La fotografía, más que un espejo roto
La producción de imágenes es apabullante, la fotografía vive en muchos aspectos un momento dulce, despierta un interés extraordinario y se acercan a ella personas de todo tipo, pero también parece un inmenso espejo roto cuyos trocitos podemos ver en millones de pantallas.
Casi todas las fotos recuerdan selfies. Las imágenes delatan la presencia de quien las hace o el intento de escapar del anonimato colectivo, que viene a ser lo mismo. Los artistas siempre se retratan, se reflejan de alguna manera en sus obras, sean músicos o arquitectos. El reto es que las fotografías no sean meros cachitos de espejo.
Lo define muy bien Irene Vallejo en su artículo de El País El demonio del mediodía “En un mundo de imágenes fugaces, lo habitual es la atención menguante, saltarina, nutrida con comida mental rápida, brincando de la pantalla a la prisa.”
Los fotógrafos de verdad están en peligro de extinción. Siempre han sido una especie escasa que se ha buscado la vida, evolucionando. Hoy se adaptan y mutan, se integran en la red. Las fotografías carecen de aura y se vuelven anodinas a fuerza de exceso y repetición. Esa presencia constante es una carrera compulsiva de los fotógrafos por la urgencia del consumo y la popularidad. Mientras algunos construyen una imagen del mundo, la inmensa mayoría tiene su mundo construido por las imágenes.
Lo extraordinario vuelve a ser salir de las redes a la calle, variar la forma de mostrar, volver a tocar a las personas, relacionarlas. El retrato del otro siempre despierta interés, la humanidad. Los espectadores construyen la mirada, observan, algunos afortunados lo viven. Una exposición. Una experiencia fotográfica.
Amig@s artistas y fotógraf@s, hagan menos fotos o no las muestren todas, por favor. Sus imágenes son valiosas.
Si las redes ofrecen contenidos según nuestros intereses y hacen más pequeño nuestro mundo, la fotografía se acomoda para ser vista. Es un rito social que a veces sustituye el esfuerzo de la palabra y en otros convierte la memoria en un presente continuo. La memoria como espacio publicitario y reciente, construyendo efemérides que se recuerdan cordialmente (incluso con un vídeo del fabricante).
Es una foto-película permanente que podemos consultar en múltiples pantallas en la cual la vuelta atrás (flashback) o incluso el futuro (flashforward) es ya. Somos nosotros o no somos nadie. Somos nadie, como el blog de J. Luján https://juanglujan.wordpress.com
La cuestión es ser populares, el modo de vida que importamos y no sabemos si nos importa. La fotografía-ventana de dos direcciones, que sugería una realidad expandida o reinterpretada, es un acontecimiento raro.
Resumo algunos de los puntos del “decálogo postfotográfico” de J. Fontcuberta: Ya no se trata de producir “obras” sino de prescribir sentidos. 4. Prevalece la circulación sobre el contenido de la imagen. 7. La intimidad como reliquia. 9. Compartir es mejor que poseer. “Los puntos fuertes de este decálogo (nueva conciencia autoral, equivalencia entre creación y prescripción, estrategias apropiacionistas de acumulación y reciclaje) desembocan en lo que podríamos llamar “estética del acceso”. (1)
El tráfico y la desmaterialización nos envuelve. Disfruto con la fotografía ventana, descubrimiento, concepto, poesía, pasión. Admiro la fotografía como acontecimiento y como mirada diversa, a veces original, al mundo que compartimos. La variedad que puede producir discrepancia o confrontación.
(1) Fontcuberta, Joan. La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía. Pag 39,40. Ed Galaxia Gutemberg. 2016.
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